A punto de cumplir 28 años y se viene el año nuevo. Se me paso el 2008 entre conciertos, hospitales, discusiones, amor y canciones. Los buenos amigos permanecen y algunos de ellos han sido capaces de dar vida, un acto maravilloso de humanidad en tiempos modernos. También viví el momento más complejo de la vida viendo como mi mamá era internada de urgencia sin saber que pasaba. Nunca antes me había sentido tan frágil e inútil. Pero ahí estuvo él, con su sonrisa, en su silencio y palabras abrazandome, y mi corazón se hizo más fuerte.
Baile con el disco Hercules & Love Affair y me pasé escuchando "Ausencia" de Javiera Mena. Me sorprendí con el concierto de Seal y fuí felíz escuchando a REM en vivo. Mientras la vida pasa hay tanta música que sirve para vivir.
Entre las discusiones muchos temas que nuestra cultura ha impuesto a través de tradiciones y presiones del mundo político, religioso y socialmente influyente. Una sociedad que sigue mirando con diferencia a los homosexuales, y a quienes pensamos y parecemos distintos porque Chile sigue siendo un país chico que le teme a los temas grandes.
Los medios sigue en poder de gente que discute sólo lo que les conviene y en las planas de espectáculos, tal como hace 20 años, siguen custodiando a la Bolocco como un prototipo de glamour y belleza, porque aunque no lo crean en la prensa hay mucho editor gay que siempre quiso ser reina.
Musicalmente Chile parece un mercado confiable para la producción de conciertos que antes nos fueron muy ajenos y que parecían imposibles, pero todo esto no es más que un proceso y pronto el sistema va a estallar, porque nuestra economía es limitada y la cultura también.
Se han hecho discos maravillosos el último año en Chile pero muy pocos los quieren escuchar. La mayoría está motivada por el sexo, el baile y el dinero (que también nos gusta) pero falta disposición para formar parte de algo que nos acerque y represente.
Nací en un Chile cargado de miedo y represión cultural. Me he críado y desarollado en una sociedad deprimida que vive un constante día cero. A los 28 he perdido el optimismo y confío sólo en la voluntad propia. Vivo en un país bello, lleno de colores y gente linda, pero con muchos grises que colorear. Se necesitan más espacios, libertad y democracia pero también más respeto, un verbo y un derecho fundamental que todos deberiamos empezar a usar.
No necesitamos más armas ni más Boloccos, Chile debe cultivar buen vino, vender más guitarras y producir más humildad. Tengo 27 años y un poco más tratando, equivocandome, aprendiendo, escuchando y me siento cada vez más vivo, dispuesto a enfrentar las emociones que vienen.
Estos 28 años no son nada comparado con todo lo que ocurrió para llegar hasta donde estamos.