9 oct 2019

La Cumbre y una historia de lealtad

Después de la fiesta de lanzamiento de la segunda Cumbre del Rock Chileno en La Batuta el año 2009 fuimos con Juan Andrés Ossandón, director del festival, a cenar a un restaurante continúo de la Plaza Ñuñoa a festejar la asistencia e interés de los medios y los músicos.  En eso le comentó "pero extraño que no llegara ..." y Ossandón "no te lo había querido decir pero me mandó un mensaje; Juan Andrés mucha suerte con tu evento pero mientras esa persona que ataca a la SCD trabaje contigo ni la Sociedad de Autores ni yo como músico apoyaremos La Cumbre del Rock" decía (un artista con quien trabajé y tuve una relación cercana de amistad). El mensaje se refería a publicaciones en este mismo blog contra los músicos que utilizaban el directorio de la SCD para acomodar sus respectivas carreras como autopremiarse con un Altazor. Eso significó que existiera un lobby institucional para que la gente que trabajaba conmigo me despidiera porque sino "se verían involucrados en una demanda de la SCD contra Roberto Carreño". Amenaza que también vino de la pareja del artista y gerente de una influyente radio presionando a mis clientes. Obviamente que eso tuvo costos y perdí trabajos, sin embargo uno de los que no cayó ante la presión y defendió mi derecho a crítica fue Juan Andrés Ossandón. Y ante esa firme la lealtad yo no puedo responder sino de la misma manera. 

La Cumbre del Rock Chileno fue un proyecto de Ossandón junto a su hermano Cristián, desde un principio, en el que algunos formamos parte estable en sus cinco ediciones realizadas y una sexta que se canceló en tres ocasiones este año, el pasado fin de semana de manera definitiva. Es lógico que el medio musical cambió a lo que era el 2007 en su primera edición y que las posibilidades de sorprender han ido disminuyendo (no pasa mucho en el rock nacional desde hace rato) y optamos por disminuir la marca a solo "La Cumbre" proyectando esto a algo que pudiera cubrir aún más estilos y generaciones. Pero a las grandes marcas la "música chilena" y el "rock chileno" les sigue pareciendo algo menor, popular y poco sofisticado (por eso nadie compró publicidad en la Radio Uno aunque tenía más auditores que los programas conducidos por influencers de la tele). En contra del prejuicio y cambios de modelo Ossandón insistió con hacer esto de todas maneras, el 2012, el 2018 y está versión final en la que ha quedado la sensación de un fracaso rotundo.
  
Desconozco cifras pero supongo son bastantes millones en perdidas en recursos -y credibilidad- para sus realizadores, para los equipos de trabajo, artistas y el público que compró su entrada hace más de un año o la semana pasada, todos tenían un plan y optaron por ir a La Cumbre porque les resultaba interesante escuchar tanta música chilena reunida. Y en eso tocamos un tema más de fondo respecto a los eventos con entrada liberada (pagados por el gobierno, intendencias, SCD o algunas marcas) en comparación a una producción que si tenía que dar un valor al ticket, no solo porque era su forma de financiamiento sino porque se buscó hacer la diferencia y demostrar que los músicos chilenos si podían convocar vendiendo entradas y ser protagonistas en un gran evento (en otros festivales los chilenos son adorno o el relleno).  

La realidad con eventos como el Día de la Música hasta el 2007 era que iban 20 mil personas al parque pero después esas bandas eran incapaces de llenar la Sala SCD con 300. Y después de La Cumbre se hicieron festivales con mucha presencia del rock nacional como Vive Latino, Frontera, La Fonda Permanente o el más reciente Cosquín Rock, que tampoco resultó ni se volvió a hacer.

La Cumbre del Rock Chileno marcó un hito importante en un proceso que la única música chilena que salía en la tele eran los concursantes de Rojo Fama Contra Fama, y lo del Estadio Nacional lleno cantando con Jorge González fue muy simbólico para su carrera, también para otros como Sexual Democracia que pudo demotrar el arrastre que tenían sus temas después de tantos años o Los Bunkers consolidados en ese escenario. Entre muchas otras postales de rock y pop nacional que La Cumbre permitía darle visibilidad, como el debut en un escenario grande de Mon Laferte a pocas semanas de explotar su fenómeno en Viña del Mar, La Cumbre siempre salió favorecida en la sensación ambiente y muchas bandas afirmaban el semestre y el año tras su participación porque el evento les daba una cobertura que en otros festivales sería casi imposible de conseguir frente los artistas extranjeros.   

No voy a publicar todo lo que pienso respecto a los errores que se cometieron (internamente ya lo he hecho saber) y de seguro todavía quedan cosas por reflexionar y disculpas por pedir, que lo he hecho personalmente con quienes siento me corresponde. Pero para mí lo de La Cumbre revela la crisis de mercadillo local saturado y poco comprometido, con instituciones y artistas que salvan el mes con eventos de entrada liberada pero que no aportan nada a la escena y distorcionan totalmente la realidad, porque en el discurso se dicen muchas frases populistas y se inventan encuestas que el público quiere más "música chilena" pero a la hora de promover imponen a Consuelo Schuster y Sinergia acomodados por el lobby institucional, y habría que revisar cuántos recintos estos llenan por si mismos.

Lamentable que esta historia haya finalizado así pero puedo garantizar que nunca hubo mala intención detrás de esto y que lo que siempre intentó su productor era hacer un festival que elevará el ánimo y modelo de trabajo para la escena local, en parte se logró y por eso muchas bandas estaban o querían tocar en La Cumbre porque era una instancia única para la música nacional -así como fue la Radio Uno hasta hace unos años- pero que en el modelo actual no se hace sostenible en el tiempo. 

Largas jornadas pensando en la artística, en propuestas e ideas que muchas resultaron y otras no, pero La Cumbre se trataba de eso, no era solo pegar artistas con otros. Selección que por supuesto incluía a varios que no suenan en mi casa y aquel artista traicionero del 2009 que cuando corresponde también he defendido. 

Y pasando todo este derrumbe Juan Andrés Ossandón, un amigo al que considero un tipo muy capaz y creador por naturaleza, sabe que contará conmigo las veces que sea necesario porque la lealtad no se destruye con nada y antes que muchas cosas a ambos nos moviliza la música, cosa que no pueden decir ni demostrar algunos de los que se quejan o burlan de la cancelación.    

@soycarreno


P.D: Por trabajo viajé durante años con un artista que si actuaba en eventos gratuitos organizados por Municipalidades grandes y pequeñas, comunas donde sería imposible llegar de otra manera porque no hay recintos ni capacidad y por supuesto que ese público merece acceder también a a grandes espectáculos, eso no lo cuestiono. La diferencia está es que esa misma artista llena teatros de Miami a Buenos Aires o el Movistar Arena con tickets de valor internacional y sin fondos del estado que muchos otros recurren para poder salir de Chile. Una combinación de trayectoria con dirección artística. Otros sin fondos del Estado no llegan ni a Antofagasta pero hablan que tienen "carrera internacional".