Foto Roberto Carreño. |
Celebrando los veinticinco años de su álbum más popular 'Yes I Am' la cantautora norteamericana se presentó por primera vez en Luxemburgo ante un público entusiasta y predominantemente femenino convocados para aplaudir a una de las grandes voces del rock & roll contemporáneo.
Fines de los '80 y Melissa Etheridge irrumpía en el rock americano como una respetable discípula de Bruce Springsteen, carrera ascendente hasta que en 1992 asumió su lesbianismo (meses antes lo había hecho la canadiense k.d lang) y las ventas para su cuarto álbum 'Yes I Am' lanzado en 1993 superaron toda intensión de censura con 6 millones de copias vendidas. Y aunque su declaración no sorprendía para su tiempo fue un gesto importante en muchas lesbianas que se sentían fuera de la opinión pública.
Salir del armario en los '90 pudo ser una buena estrategia, la música de Etheridge tomó otro sentido y una etiqueta que muchos comprometieron como una causa de representatividad, algunas de esas mujeres que coparon la sala de Luxemburgo el pasado lunes. Melissa Etheridge también debió asumir costos de la homofobia y prejuicios de otros tiempos, activismo y un valor contracultural que no les resta para nada calidez y calidad a su música, por el contrario la sitúa como un referente en el rock más popular y símbolo de una comunidad rechazada (hoy un tanto menos que en 1992). La misma convicción que la define en su madurez, como una gran voz en toda una causa y sus conclusiones.