Pronto voy a cumplir 30 años y no me la creo. Todavía no sé cómo fue que pasó el tiempo. Parece que fue hace unos días cuando me llamaba la Lidia para que la acompañara a ver a Los Tres, o mi papá pasaba a buscarme a La Laberinto y volvía a casa de madrugada para ir al colegio. Pucha, en qué momento llegue a cumplir 25, 29 y ahora 30 años. ¿Cuántas canciones y conciertos vividos? No lo sé, es imposible hace un conteo pero sé que fueron muchos y que algunos los recuerdo especialmente. Como cuando lloré con ‘All Apologies’ de Nirvana en el primer aniversario de la muerte de Kurt, o que llegué a las 9 de la mañana a la puerta del Teatro Monumental para esperar a Bjork que tocaría 12 horas más tarde.
Mucho antes de formar el fan club de Nicole yo iba de público a Extra Jóvenes porque “amaba” a Claudia Conserva, y lloré a mares el día que dejo el programa. Después me iba a meter al estudio de Interferencia y conocí a Alex Hernández, Jennifer Warner y los conductores. Fue un día ahí donde por primera vez hablé con Nicole y le dije que estaba formando un club de fans de ella. En eso apareció una mujer con estatura de modelo, Estela Mora, y me dice que la llame a su oficina para que nos reunamos. Llamé durante semanas sin respuesta a su agencia, hasta que un día llegue por las mías y sin cita conseguí reunión con la manager de mi estrella pop. Después de eso ya estaría más cerca de Nicole.
En eso conocí a Oscar Sayavedra, director Artístico del sello BMG, un argentino bien loco que se convertiría en mi mentor. Él fue quien firmó a Nicole y le grabó ‘Esperando Nada’ (1994) lo que avaló su trabajo en la compañía antes de seguir firmando a otras bandas como Javiera & Los Imposibles y Gondwana. Yo, como intruso y fan que quería saberlo todo me iba del colegio al sello. Fue ahí donde me conocí con la Colombina Parra o las Venus, que me colaron en una gira de tocatas por las playas cuando yo apenas tenía 16 años.
Después viajé un par de veces con Nicole, y Sayavedra me invitaba a escuchar demos al sello de grupos que quería firmar. Con él aprendí cómo funcionaba la industria, porque mucho si o porque poco no. Años más tarde él me iría a buscar a una cafetería donde yo trabajaba atendiendo mesas y me llevó a trabajar a su productora. Y ahí empezaría mi escuela haciendo prensa.
Entre todo esto he conocido a grandes amigos y pude independizarme de mis padres a los 21 años. Desde aquel entonces vivo sólo, y desde algunos años entendí que más que un trabajo mi rol en la difusión de música chilena es una misión, que guste o no, me apasiona. Llegar a trabajar con Myriam Hernández, una diosa que yo veía cantar desde niño, o con la que fuese mi idola de adolescencia Nicole, hasta involucrarme en momentos con músicos que admiro y valoro como Leo Quinteros, Rosario Mena, Muza, Manuel García, Los Bunkers , Los EX o Gondwana, entre tantos otros. Hasta con Marco Antonio Solis, un capo, o mis conversaciones en francés con Jarvis Cocker entre otros tantos trabajos que he cumplido. Y no he ganado plata para comprarme casa, auto y ni siquiera tengo Isapre, pero me he dado el gusto de viajar y es una de las mejores experiencias en las que pude haber invertido.
Fue en un momento que tuve que elegir si estudiar o hacer lo que quería, y a mis casi 30 aún tengo la idea de estudiar algo (quizás turismo) pero tal vez no, quizás me vaya un tiempo a tratar de hacer algo fuera, quién sabe, la vida es tan frágil. No me he dado cuenta cómo llegué a los 30, pero si puedo contar que durante gran parte de este proceso me he esforzado por ser honesto y mejorarme. Me enamoré una vez, escribí una canción que está en un disco, en una película y la nominaron a unos premios en Estados Unidos, y todavía lo sigo intentando. No pretendo más mucho pero tampoco puedo quedarme en nada. Hay algo que sucede hoy, entre los 29 y los 30 que voy a entender mucho mejor cuando cumpla 31. Los años son un recurso del calendario, pero mi vida y lo que escribo una oportunidad para sentarnos a conversar y también discutir. Soy independiente, soy gay, me siento más de derecha que de izquierdas y me gustan las canciones de amor, las de Leonardo Favio y las de Ruffus Wainwright. Me gusta el pop y bailo con el rock, leo poco y escribo mucho, soy bueno para llorar pero más bueno para reírme. Y quiero y admiro a mi hermana, a mi madre, a mis amigos y estimo a todos esos que me leen sabiendo que nuestras diferencias son las que nos han llevado hasta acá, y son la consecuencia de cada palabra, amor o golpe que hacemos. Pero les aseguro que la vida es un puzle que ni en 30 años más voy a terminar de armar, hay demasiada música para escuchar y bailar que no puedo seguir pensando en eso.