22 feb 2007

Festival de Viña del Mar. Noche 1

"Un animador que abusa de su seguridad y figura como si el certamen fuese otro capitulo de Panoramix, y la debutante conductora se comporta como si fuera una profesora de Kinder con un gran curso a su responsabilidad" La ambiciosa producción que da inicio a la primera jornada de Festival definitivamente no sabe mucho de espectáculos, y permite un diseño coreográfico tridimensional pero incierto en su contenido y forma. Y claramente no representa ni a la ciudad ni tampoco al origen del certamen, pero funciona visualmente como nuestra idiosincrasia “pretenciosos, pero simplistas. Curiosos pero fieles a la tradición”. Mediocre invento. Luego el momento más esperado de la jornada. La llegada de los animadores al escenario. Un dupla que, visualmente es atractiva y coincide pero que en el ejercicio se pierde. Un animador que abusa de su seguridad y figura como si el certamen fuese otro capitulo de Panoramix, y la debutante conductora se comporta como si fuera una profesora de Kinder con un gran curso a su responsabilidad. El nerviosismo aflora y los delata en los sucesivos errores de pronunciación. Y la diversidad de público femenino y adolescente juega en su favor, porque no sólo no critica sino que además se queda en silencio ante el tartamudeo inminente de la anfitriona. ¿Pudo haber sido peor?, sí, de todas maneras, pero también estaban las condiciones para cumplir, y en este caso, ninguno de los dos animadores estuvo a la altura del evento. (foto La Segunda) Mención aparte merecen los textos de presentación y los miembros del jurado. Me recordé a “¿Cuánto Vale el Show?”. En música, La Oreja de Van Gogh hizo lo que su público esperaba. Un repertorio popular pero carente de energía y que a la larga se va debilitando. La inversión escénica es pobre y la interpretación de la cantante irregular. Evidentemente la banda se sostuvo en su éxito. La competencia internacional no pudo ser menos interesante. Las representantes venezolanas, parece que fueron descalificadas del Miss Venezuela y como segunda alternativa llegaron a la competencia Internacional del Festival de Viña para bailar reggeaton. Más curvas que ritmo. La voz del chileno afloja cada vez que reinterpreta su estribillo y el solista (¿argentino?) no tiene las condiciones interpretativas de sus antecesores. Muy poco promisoria la competencia. Ya a esta altura el capítulo de 24 (MEGA) era mucho más atractivo por lo que me movilice de canal. Para cuando regrese a la señal del 13 se estaba presentando Bacilos, banda que nos guste o no, algún encanto tuvo para poder mantenerse todos estos años en los prestigiosos escenarios internacionales. Pero al escuchar una y otra vez “Caraluna” me acuerdo de figuras como Diego Torres. Mucho esfuerzo, poca gracia, poco talento y mucha resonancia. Desechable. Debe ser una de las peores jornadas que he visto en la historia del festival. Sabemos que no es Coachela, pero tampoco es un buen show televisivo. Al menos por ahora la transmisión sólo manda y recibe códigos, esperemos un poco más de talento y pasión, algo que definitivamente anoche fue presa del nerviosismo e inexperiencia en la animadora y este nuevo invento de unión entre dos canales que, por naturaleza, son competencia.