A principios de la década noventa cuando la industria discográfica chilena comenzaba a generar un importante mercado fueron los periodistas quienes reforzaron el trabajo de difusión que las radios y la TV no dominaban. Nuevos profesionales que debutaban en el periodismo escrito se convirtieron en cronistas influyentes para lo que sería la presentación y éxito de las más destacadas figuras de la música chilena de la época, cuando las cifras de venta superaban las 100 mil copias por álbum. Era una etapa donde habían presupuestos, se jugaban exclusivas, portadas y mucho papel para imprimir.
Gran parte de esa generación de periodistas que describió uno de los procesos más ostentosos de la música chilena (1990-1998) sigue ejerciendo, pero en otras áreas de las comunicaciones, por lo que la responsabilidad y el nuevo mercado virtual de la música está siendo registrado en los medios de prensa por jóvenes periodistas que trabajan bajo otro soporte y que miran con distancia generacional lo que vivió la industria local hasta hace algunos años atrás.
Esta nueva camada de jóvenes periodistas desconoce lo que era el trabajo de los A&R de los sellos, presupuestos, contratos, la importancia de un single y las históricas ventas que alcanzaron figuras, aún vigentes, del rock local. Eran tiempos en que si un artista chileno lograba pasar su video por MTV era noticia en los diarios y donde Canal2 era mucho menos influyente de lo que se piensa ahora.
Esperaba los viernes leer en la biblioteca del colegio el Subte que venía con La Tercera y la ZonadeContacto con El Mercurio. Recuerdo también que ibamos con mi mejor amigo a buscar la Extravaganza al Paseo Las Palmas y nos prestábamos la revista Rock & Pop. El papel tenía fotos que no habíamos visto y opiniones que no siempre nos gustaba leer. Todo eso que Internet transformó y que con la caída de la industria del disco se dejo de imprimir.
Ahora sin sellos, sin A&R y radios influyentes cualquiera puede tener un hit, o por lo menos un éxito inventado por los amigos periodistas que tienen sitios web´s. El nuevo periodismo musical no busca, solo encuentran lo que aparece y quieren de Internet. Hay muy poco periodismo en la calle, en la cancha, viendo y escuchando nueva música, y peor, con cero interés por reencontrar tantas bandas y solistas que se nos han pasado. Me temo que gran parte del nuevo periodismo musical está haciendo portales para que los auspicie una marca de zapatillas y conseguir pases para los conciertos de moda. Se lee en sus pautas, se observa en lo que escriben y se demuestra cada vez que intentan de ir un par de años atrás y no tienen idea de cómo se hizo industria en Chile, y se inventan pequeñas modas capitalinas con bandas de amigos. Es ese periodismo que busca revelar el futuro de la música leyendo la española Rockdelux y que con su próxima crítica siente que va a cambiar el destino del rock.
¿Por qué un artista como Cerati cuestiona a un crítico chileno como Marcelo Contreras en Twitter? Porque el columnista de El Mercurio es dueño de una vitrina importante (el diario más influyente del país) y desde hace años es quien comenta los conciertos y discos de Madonna, Norah Jones, Jonas Brothers y un montón de otros artistas que pueden no gustarle pero que si logra encontrarle mérito lo reconoce. Y esa perseverancia de Contreras por escuchar música no sólo es su trabajo, también hay interés por profesionalizar su rol e ir más allá de lo que el editor quiere o lo que él busca, y es por eso que a un artista como Cerati y a muchos músicos chilenos les importa lo que escribe. Es un periodista con experiencia que no busca fama ni más dinero del que gana con sus textos, cada quien tiene su rol en esto y él es uno que tiene claro cual es. Los kilómetros de ventaja que tienen las columnas de Marcelo Contreras o Marisol García por sobre la nueva generación de periodistas de música no es un asunto de años, criterios ni experiencia, pasa porque son dos periodistas que han profesionalizado su categoría y no pierden el tiempo tomándose fotos para las sociales ni contando los famosos que fueron al evento. El periodismo de terreno es uno que se mueve en la cancha y busca hasta que encuentra su propio punto, no el que se para el VIP a pedir copete al encargado de prensa. Esa es la distancia entre un periodista que sabe y otro que todavía no aprende.
No haber vivido lo que fue la música chilena en décadas anteriores no es un argumento para desconocerla y menos ser tan desinteresado para no considerar su influencia en todo lo que se produce hoy, y esa falta de referentes es propia de nuestra contracultura, pero que es importante revalorar cuando se pretende comprender, identificar y describir los procesos generacionales que ha tenido la música que se hace en Chile. Por eso es muy injusto usar tan abiertamente la palabra éxito o revelación, o otorgarle más prestigio a algo que sabemos no lo amerita. Llevo 15 años escuchando demos y he visto caer tantos fenómenos musicales como críticos de rock. Rockeros que terminan con corbata en un banco y críticos de rock siguiendo a Arenita para pedir una cuña.
A diferencia de hace 10 años ahora Internet ha igualado el alcance de los músicos y los críticos, los buenos, los malos y los que puro quieren ser famosos en igualdad de condiciones. Por eso resulta importante que la nueva generación de columnistas logre comprender y capitalizar lo que ocurre para transcribir desde un punto de vista original lo que está sucediendo con la música sin presupuestos, pocas exclusivas y mucha web donde subir la misma y más información.