15 sept 2008

La internacionalización y la tierra en que nacimos

Chile, entre sus muchas características, aplica uno de los comportamientos más confusos de la música popular hispana; La internacionalización no se perdona. ¿Ingratitud, egoísmo o envidia a la distancia? Mientras su popularidad crecía en toda Latinoamérica La Ley sufrió el desprecio y la indiferencia popular en Chile, la misma que parece ahora afectar a los cada vez más internacionales Kudai. Un bloqueo cultural que al parecer Los Bunkers se atreven a desafiar con algo más que buenas canciones. Es raro pensar en que el público se reúne para ponerse de acuerdo y pasar al olvido a algunas de sus bandas favoritas que deciden partir al exterior en busca de nuevas ventanas para su música. Pero la tendencia histórica (Los Ángeles Negros, Lucho Gatica, Palmenia Pizarro, La Ley) es que se produce un extraño fenómeno de distanciamiento entre el público nacional y los artistas radicados en el exterior. Porque pese a los logros visibles y esporádicas visitas al país, pareciera que si no están todas las semanas en el Buenos Días a Todos o la Sala SCD, el público masivo se desprende del afecto, admiración y pronuncia un cierto aliento a traición. Y para quienes estamos fuera de esa comunicación resulta un acto inexplicable en la mayoría de los casos. “Tierra que no entiendo y me olvidas cuando salgo al mundo portando tu nombre, soñando” decía Beto Cuevas en la canción “Tierra” de La Ley (“Uno” - 1999). Tras su progresivo reconocimiento internacional desde principios de la década noventa la banda chilena debió enfrentar las mayores críticas y cuestionamientos desde su natal Chile. A lo que se suma una baja considerable en ventas (“Invisible” -1995- superó las 60 mil y su sucesor “Vértigo” -1998- sólo su cuarta parte) y en público (de un Teatro Monumental -5.000- a volver a hacer una Oz con 800 personas), en respuesta a lo que fue su partida al DF como plataforma continental. En aquel entonces hubo periodistas chilenos que durante la segunda etapa de internacionalización de La Ley en México (1996-1999) desmentía los éxitos conseguidos creando en Chile una sensación de desconfianza con olor a fraude. En tiempos donde Internet no era una herramienta tan accesible como lo es hoy, por lo que era mucho más fácil convencer al público de algo que ocurría -o no- a cientos de kilómetros. Por eso ahora es muy sencillo saber qué tanto crecen Los Bunkers y Kudai en México y que el supuesto éxito de María José Quintanilla es sólo una estrategia de marketing local. Lo cierto es que La Ley sólo recuperó aplausos nacionales tras su primer Grammy (Mejor álbum de rock alternativo 2001), aunque nunca con la fuerza que alcanzaron durante la primera mitad de los 90’s como fenómeno y principal referente del pop rock local (notoriedad que gracias al apoyo de cierta prensa y buenos discos había posicionado a Los Tres, quienes también intentaron, fallidamente, instalarse en México dos años más tarde.) Un proceso que si se observa con distancia deja la amarga sensación de que el público se pierde entre las distancias. Y el fanático se pasa el otro bando, al del resentimiento o peor aún, al olvido de lo que fue su banda o artista preferido. Lo sintió La Ley y otros que también llegaron a México como Los Tetas, así como hace algunas décadas fue para Los Ángeles Negros y actualmente es para Kudai, que claramente han perdido el peso discográfico que tenían hasta antes de su lanzamiento más internacional, “Nadha”, con residencia en México. Un disco que goza del éxito continental pero que en Chile pasa prácticamente por debajo de las expectativas.
Quizás en el caso de Kudai y La Ley el juicio o molestia de su público atienda a un conflicto netamente estético que se puede apreciar como una pérdida de identidad e internacionalización de su imagen que a veces confunde o molesta. Probablemente eso explica porque los grupos emblemáticos del exilio (Illapu, Inti Illimani, Quilapayún) lograron traspasar las barreras de la censura y consolidar el reconocimiento y respeto en las últimas 3 generaciones. Puede ser que todo esto se reduzca a un elemento clave y profundo como es la identidad. No permitir que la industria extirpe las raíces. Cualquier triunfo deportivo con pasaporte chileno es festejado en el país como un logro nacional. Banderas, bocinazos y portadas en Las Últimas Noticias para futbolistas y hombres del tenis que consiguen un premio en el exterior. Un fenómeno popular que traspasa las barreras de identificación política, social y conceptos religiosos. El entusiasmo y participación del chileno promedio, que se enorgullece cuando un joven humilde termina firmando por millones de dólares en la liga europea, aunque su escaso vocabulario no sea precisamente la mejor carta de presentación de nuestra identidad (pese a que un alto porcentaje de la población se identifica con ese lenguaje y entienda el éxito de esa misma manera) Pero resulta excluyente y peligroso que la proyección más internacional que se tenga de Chile es de tipos como Pinochet, Don Francisco, Bolocco y Pinilla. Hay errores graves en la gestión de la Fundación Violeta Parra, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, pero también está la responsabilidad del Ministerio de Educación y Cultura y la SCD en el trabajo de reconocimiento, promoción, difusión y vigencia de algunas de las obras más influyentes del patrimonio artístico nacional. Gondwana es la banda local con más presentaciones en el extranjero pero el público no se informa porque no hay medios dispuestos a comunicarlo, o quizás tampoco hay gente interesada en saberlo. Kudai convoca sin problemas 4 mil personas en Buenos Aires y en Santiago se debe suspender su concierto por baja expectativa de venta. De hecho, la gira de despedida de La Ley tuvo 2, 3 o más fechas en todos los países donde llegó excepto Santiago, donde sólo se vendió la mitad de las localidades disponibles. Hasta ahora Myriam Hernández (desde USA) y Los Bunkers (desde México) han superado el mito y su público sigue respaldando sus recientes lanzamientos en tiendas. Tal vez esto válida el argumento de que no se debe transar las raíces e identidad original por muy diferentes que sean las culturas por donde se moviliza su música. De hecho, el disco menos reconocido de la voz de “El Hombre que yo amo” fue el estilizado “Más y +” (2000), que presentó una imagen renovada, más internacional, lo que seguramente influyó en sus resultados. Cifras que se contraponen con su último disco de estudio, “Enamorándome” (2007), donde reaparece su look más convencional y recupera el formato de balada clásica. Por su parte Los Bunkers han pulido su formato y evolucionan modestamente su imagen original. Igual de músicos pero con más estilo, un elemento importante al momento de exportar su trabajo hacia nuevos territorios. “Barrio Estación” suena en MTV, se vende bien en México y en Chile desafía la distribución tradicional, tras el exilio de Feria del Disco, y prueba un nuevo formato de venta a través de Hipermercados Líder. La falta de identidad, reflexión y de entendimiento en la cultura popular es lo que reduce las actividades recreativas para niños, jóvenes y ancianos al deporte, obviando el crecimiento y desarrollo intelectual y creativo de los grupos más influenciables de las sociedades modernas. Es por esto que a la prensa chilena le importen más los kilos y contextura de Myriam Hernández que los 80 mil discos vendidos de su último disco en Estados Unidos. Falta dedicación, de modo de apreciar más en qué contexto figuras aisladas del arte y la comunicación consiguen repercutir en fronteras extranjeras, de modo de saber qué imagen país, de chilenos o sociedad es lo que exportamos. Es muy propio de los chilenos esperar a que extranjeros nos enseñen lo bellas y únicas que son nuestras montañas o el tremendo legado artístico de Lucho Gatica para reaccionar ante lo que son algunas de las mayores y mejores ventajas de nuestro pequeño y lejano país.

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