13 mar 2008

IDEALIZACIÓN DYLAN

Dylan en Chile (foto EMOL)
Con voz agonizante y la experiencia de un viejo líder Bob Dylan se instala en el escenario para cumplir con uno de sus tantos conciertos. Y aunque para las cerca de 9 mil personas presentes en el Teatro Arena esa sería una noche inolvidable, para Dylan este fue sólo un show más entre los miles que ha presentado alrededor del mundo y durante las últimas 4 décadas. No se preocupo con tocar sus "éxitos" porque a nadie le debe nada, tampoco dio las gracias porque los aplausos -y el valor de sus tickets- son la mínima recompensa que se le puede rendir a tal tamaña figura de la canción. Un señor, que a sus 66 años, no hace más que demostrar que la experiencia lo es todo en la vida.
A este show no le sobra ni le falta nada. Hay canciones, una banda de lujo, buen sonido y un señor que conoce lo que hace mucho mejor de lo que tiene o cree. La instrumentación es perfecta, con arreglos maravillosos, una sección musical de blues, folk y country poco antes vista (si que alguien lo puede hacer si, aún no los escucho) con un protagonista que no se molesta en discursos ni más expresiones que reinventar su repertorio.
La mejor diferencia entre el show de Dylan y tantos otros es que este señor les lleva demasiada ventaja en la práctica y su show no tiene más explicaciones que lo que suena. Un sonido coherente, limpio y por momentos inefable.
Insisto con que esto de la edad y la experiencia importa porque Patti Smith me demostró algo muy similar hace un tiempo. Y su generacional Dylan reafirma el por qué, gente como Patti o los Stones, han tenido la capacidad de trasladarse en el tiempo y motivar a nuevas generaciones.
La idealización de Dylan va mucho más allá del fanatismo o la obsesión de que genera su obra entre algunos melómanos, esto es música, de la buena, consciente y exento de manipulaciones estilísticas. Este señor vino a hacer lo suyo y cumplió, y de paso hizo una clara demostración de cómo se hacen y deben hacer las cosas en el rock, algo que algunos confunden con luces y un gran proyector, precio que Bob invierte en guitarras.
Dylan es rock, Dylan es él señor del rock y su paso por Santiago ratificó su vigencia y grandilocuencia musical.

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