La Floripondio de Chile (foto Paniko.cl)
Colombia ha exportado en los últimos años al mundo a varias de las figuras más importantes del pop continental. Artistas como Carlos Vives, Aterciopelados, Shakira, Soraya, Juanes y Cabas se han convertido en los mejores embajadores de su cultura y los primeros en rescatar la identidad y lo mejor de sus barrios. ¿Parte de una política cultural o simple coindencia?, hay quienes dicen que el gobierno si participó y gestionó ciertas herramientas que favorecieron la exportación de canciones populares con cierta identidad colombiana con el fín de "limpiar" su imagen ante el resto del mundo.
Nuestro Chile, aislado, ha visto desde la distancia como naciones vecinas mejoran su imagen internacional a través de algo tan puro y favorable como la música. Por culpa de la contigencia política que nos des-caracteriza muchos talentos se han perdido en la clandestinidad o limitado a pequeños circulos musicales de la capital chilena sin siquiera poder avanzar hasta regiones más extremas del norte y sur.
Nunca ha existido una política cultural que contribuya o resulte favorable para viajes o salidas internacionales. Salvo algunos casos (Fiskales Ad Hok, La Floripondio, Santo Barrio, Congelador) que apostaron por la autogestión y consiguieron ciertos respaldos del Ministerio de Relaciones Exteriores y la Sociedad del Derecho de Autor no hay un mayor apoyo concreto. Quizás esto tiene directa relación con la no militancia política de una mayoría nacional.
Así nunca avanzaremos, si para el gobierno de turno las únicas alternativas musicales son las mismas que ya tocaban antes del Golpe.
El éxito de popularidad de La Ley fue sólo en respuesta a un trabajo constante. Los Tetas, mientras existían funcionaron en el exterior por perseverancia. Y todos los demás que han viajado lo hicieron apoyados por su propio bolsillo (Nicole, Luna in Caelo) o algún buen trato acordado por una compañia multinacional (Lucybell, La Sociedad, Fiebre, Kudai, Joe Vasconcellos). Nadie puede negarme que Joe Vasconcellos sería un gran embajador cultural para Chile, pero no uno que firme exposiciones, sino uno que se pare en escenarios y demuestre talento, identidad y exelencia musical.
Le propongo al gobierno, invertir, incentivar el movimiento de obras chilenas contemporáneas en el exterior. No todo tiene que ser tan político, no todo tiene porque ser tan enmarcado en algún extraño contexto, sólo es música, hecha por artistas que son capaces de conmover espíritus aquí y en cualquier otro rincón del planeta.
Y para abrir caminos y nuevas rutas debemos exportar música popular, que pueda encontrarse en embajadas y en tiendas, que pueda sonar en radios de cualquier ciudad de habla hispana.
Una selección integrada por Leo Quinteros, un cantautor urbano que retrata con melodías un lenguaje y vivencias de una capital tercermundista. Gepe, tan melancólico, sensible y espontáneo como los origenes de nuestra música. Rosario Mena, una poeta que percibe la vida desde un punto de vista adulto y femenino con lenguaje propio. La Floripondio, la banda más chilena que suena en radios, que jamás han necesito de un cover para hacer bailar las conciencias. Jirafa Ardiendo, la mejor banda de pop rock que ha nacido en Chile en la última década. Francisca Valenzuela, la pianista más guapa y talentosa de este lado del continente y la Javiera Mena con su melancolía moderna. Los Ex y los The Ganjas que pueden reventar cualquier escenario del planeta. Y que empujen también a lo que están haciendo Los Bunkers, Kudai y Transubhiriano en escenarios internacionales. También a las películas de Bize, Lelio o Scherson que nos representa a muchos.
¿Qué mejor que repartir arte, cultura, historias, canciones al mundo? Bonito el baile chilote, la tirana y los huasos, pero nuestra identidad también tiene un presente. Argentina exporta tango al mundo y tango es lo que uno más encuentra en sus calles, pero en Santiago todos nos burlamos de ese único señor que baila cueca en Pedro de Valdivia con Providencia.
Hay tanto esfuerzo mal enfocado en el futbol como único deporte, tanta pérdida en creer que con inaugurar un centro cultural el arte local tendría un hogar en Chile. Y no tenemos más escenarios que hace 10 años, pero si hay más canciones que nunca siendo coreadas por generaciones. La Cumbre del Rock chileno es uno de los eventos más exitosos de este 2007 en materia de espectáculos en vivo, e ahí un ejemplo de popularidad, de organización, de producción.
En vísperas de las eliminatorias mundialistas ya circulan en radios una decena de comerciales que aspiran al triunfo chileno, que apelan a la "sensibilidad shilena". Seguramente tendremos una campaña grotesca en los próximos dos años, mientras seguiremos esperando a que la música, inspiradora, bella, comtemplativa, auténtica, brote y salga del aislamiento por instinto y esfuerzo propio. Así es nuestra historia, mientras arreglamos una cosa la cultura puede esperar, según el funcionamiento que ha ejercido la Concertación en los años de democracia. Pero para que vean cómo son las cosas, hasta el gobierno colombiano es más considerado que el chileno en las agencias internacionales, no por la voz de su presidencia precisamente, sino por sus más reconocidos políticos, Juanes y Shakira.
Hay una inversión político cultural y comunicacional importante por hacer y en esto, todos debemos ser jugadores.