23 jun 2007

"El Día que se Entiendan"

Si algo hay que reconocer a artistas como Jorge González y a Álvaro Henríquez es el haber tenido el talento y la personalidad suficiente para liderar dos bandas a las cuales se le adjudican varios hitos importantes de la música chilena. Lo que no quiere decir que, necesariamente, debemos aplaudir todos sus últimos momentos en la música. Escuchar “Corazones” (1990) de Los Prisioneros en el 2007 no es nostalgia, es disfrutar un disco de pop casi perfecto, de grandes canciones e inspiradores estribillos. Oír “Fome” (1997) de Los Tres es mucho más que un disco de mi adolescencia, a mi parecer es una obra del rock local con carácter y aptitudes poco frecuentes en nuestra música. No es un disco de canciones, es un álbum moderno, elegante pero añejo, con una identidad única que hasta hoy me suena contemporáneo. Por eso reconozco y agradezco también a sus autores el formar parte en la banda sonora de mi vida, pero hay cosas que de una vez por todas debieran aprender: “De vez en cuando, hay que escuchar”. La relación Músico v/s Periodista musical parece ser una batalla sin tregua. Indefinidamente los músicos nacionales han generado su propio conflicto con algún o algunos periodistas. Y por cierto, hasta hoy ninguno ha ganado. Por si algún profesional aún no esta consciente de lo que significa cada una de sus publicaciones, quizás es bueno consultar por algunos efectos. Y no me refiero a saber cuántas visitas marcó la noticia en la edición online, sino lo que su crítica o noticia es capaz de generar. Yo conozco bandas que han perdido integrantes por una publicación y artistas que han perdido oportunidades por una mala crítica. También conozco bastantes casos de músicos que aún no perdonan a algunos periodistas por algún artículo de 10 años atrás. La relación es difícil, porque los periodistas de un medio no son ni pueden trabajar como relacionadores públicos de un artista, pero a veces también puede parecer injusto que el juicio exclusivo de un crítico sea determinante para el futuro de algunos proyectos. Lo cierto es que algunos músicos culpan a la prensa por su carencia creativa y justifican todas sus fallas actuales en base a un pasado glorioso sin hacer el mínimo intento por corregir lo que un tercero pudo haber escrito. Mientras que algunos críticos trabajan desde la distancia redactando lo que simplemente les pareció y eso no tiene porque ser igual a la opinión del público y menos de los mismos artistas. Entonces a veces la edición puede ser un poco injusta o también, por qué no, sobreestimada. Lo difícil está en el cómo hacer coincidir dos visiones tan distintas de un universo como el rock. El artista crea, registra y expone un trabajo que únicamente para él tendrá un sentido (si es que se hace desde la honestidad), mientras que (y excluyo a los fanáticos de la discusión) el crítico musical verá siempre desde fuera y con independencia (salvo algunos roces personales) una obra que pertenece a otro, sin importar el cuánto y el cómo lo logró, porque si algo debemos tener claro es que basta de apreciar los discos por su procedencia más que por su resultado. Da lo mismo si Jorge González no conmueve con una canción (a mi juicio) desde hace 14 años, ni tampoco que el Estadio Nacional haya reconocido su legado el pasado 6 de Enero, lo que importa al escuchar su nuevo disco son las canciones y la capacidad de estas para estimular uno o dos de nuestros 5 sentidos. Pero tampoco debe ser tan relevante para uno, como consumidor, que el disco le guste o no al crítico de La Nación, sino que aprender a valorar las obras por lo que son y lo que producen, ya sea emocional o culturalmente. Aunque después de leer los comentarios de Jorge González sobre la crítico de La Nación Domingo Marisol García (a quien conozco profesionalmente) difícilmente no piense mal desde ya, y sin haber escuchado nada de su próximo trabajo. Si ese es su lenguaje de hoy, no podría esperar mucho de sus nuevas canciones. Yo no soy periodista y menos un crítico musical, pero tengo consciencia sobre un varios hechos importantes y otros no tanto en el rock local de los últimos doce años, como público, como fan o por mi trabajo con algunos, y de verdad me da pena ver como algunos grandes talentos se han desvanecido, o lo que es peor, convertido en viejos gruñones. Recordando que estos mismos a los 20 años eran imaginados como futuras estrellas al estilo McCartney, y pasarían las 6 décadas componiendo nuevos clásicos del rock. Pero a la vista no es eso y a juzgar por sus últimos intentos discográficos nos debamos seguir conformando con el pasado de Los Tres o con lo que alguna vez fueron Los Prisioneros. Mientras que las nuevas generaciones siguen enfrentando a los mismos críticos que de hace 10 años han levantado y destruido mitos en la música local. Aunque con un hecho muy importante de por medio: la ausencia de las multinacionales en el mercado de la difusión, por lo que hoy parece y debieran existir menos prejuicio en torno a la procedencia de algunos artistas (en los noventa se dividía en dos, los con grandes y los de pequeño presupuesto) y apreciar más por la capacidad de aportar nuevos elementos antes que el estilo de vida o circulo social del rockero. "El día que entiendan los músicos y los periodistas" yo no tendre trabajo y las noticias musicales nunca más serán las mismas. ¿Sería una lástima no? Es como si Lennon estuviera vivo, como si Pink Floyd nunca se hubiese separado o como si viniera Radiohead a Chile y no tocara "Creep". Acaba de terminar la última canción de “Fome”, y en mi colección de discos chilenos busco. ¿Uno actual que me represente?, creo que Ex, como hace 11 años suena directo e inteligente, y me imagino a Colombina a los 62 años, como una versión criolla de Patti Smith. Y yo no sé si para esa fecha siga escribiendo de música, pero si quisiera continuar haciendo lo que me gusta acompañado de un buen disco.