"Las comparaciones son necesarias mientras se le reconoce, pero innecesarias cuando se usan como arma de cuestionamiento".
Es inevitable que al escuchar nuevas músicas el auditor insista en encontrar referencias o similitudes que le permitan identificar otro naciente talento. La música es para vivirla y disfrutarla, pero hay quienes deben etiquetar y recurren a la inútil comparación como antecedente sonoro, convirtiendo a veces este lenguaje en la principal arma de crítica que se puede generar en contra de un artista. Hay referentes ineludibles, como Kate Bush para Tori Amos, como Joni Mitchell para Sarah McLachlan o como es Julieta Venegas para una Francisca Valenzuela. Y esto no es para nada una crítica, muy por el contrario, es un alivio ver que figuras jóvenes y talentosas aparezcan mencionadas junto a otras artistas que tardaron muchos años en conseguir cierto reconocimiento popular. Meritorios esfuerzos que les permite ahora figurar como referencias artísticas y musicales de un trabajo que puede ser tan o más valioso y con argumentos que van más allá del mero parecido. “Es buena, pero se parece demasiado a Julieta”, escucho y leo como críticas a la joven autora de “Muérdete la Lengua”. Un argumento que puede ser válido pero no más importante que el simple hecho de que sus canciones gustan, incluso a quienes insisten en considerar la similitud musical. Y la decisión no es si más o menos Julieta, Fiona o mejor o menor autora que otras, si las canciones de Francisca gustan por qué esa necesidad de inventar un pero para con su música. Si hay parecido o no, (para quienes conocemos la historia musical de Julieta, más socialista y aventurera, sabremos hacer la diferencia) no es asunto del deleite, pues las cosas se disfrutan o no. Muy simple. Es entendible que a muchos no les gusten las canciones de la chilena, pero el problema surge entre quienes la escuchan pero repiten una y otra vez que “Peces” o “Dulce” son similares a lo que hace Julieta Venegas. Y en eso mismo punto prefiero diferenciar enormemente lo que hacía Julieta hace 10 años con “Aquí” o “BuenInvento” que esa polvadera de jingles que graba actualmente. Esta comparación obedece a la sencilla razón que en este país no todos conocen ni les interesa escuchar mucha música hecha por mujeres por lo que se tiende a mezclar todo aquello que no sea pop embasado en la figura de la única “rockera” popular que suena en radios del continente. Y separo, nuevamente, los méritos de Francisca Valenzuela como una artista con creces, con enormes posibilidades musicales y figura de exportación, desde un país aislado y mediocre como el nuestro, donde ella brilla no porque se le adjudiquen excesos con drogas ni porque tuvo un novio más famoso que ella, sino que su éxito radica en el complemento de posibilidades que genera su imagen, su música, sus letras y todo aquello que ha convertido en canciones. El talento de Francisca radica en el buen gusto y la delicadez con la que se apodera de un instrumento tan tramposo como el piano. Pero la chica la domina maravillosamente, y se desenvuelve con la confianza de una vieja y gruñona artista. La forma en como sostiene sus melodías es muy propia. Desde su dominio clásico se desenvuelve en el rubro popular cómodamente, sin perder nunca el real sentido melódico que busca personalizar. “Muérdete la Lengua” es un buen debut, aunque tampoco sorprende del todo. Es la primera obra de una artista que reúne las condiciones suficientes para que, esperemos, en los próximos años sea mencionada como un referente en la canción femenina. Por ahora, las comparaciones son necesarias mientras se le reconoce, pero innecesarias cuando se usan como arma de cuestionamiento. Si se parece o no a las buenas canciones de Julieta Venegas que bueno, y mejor si puede disfrutarlas, porque a Julieta en realidad cuando fue honesta muy pocos le compraron sus discos. Pero seguir perdiendo el tiempo con la relatividad musical que pueda insistir entre ambas no son razones para impedir el crecimiento y evolución musical de una figura, muy joven, que enfrenta los escenarios con la madurez y claridad de una experta, que compone y canta lo que quiere y en pocos meses de trabajo en las grandes ligas le ha movido el corazón a muchas y varios inquietos que encuentran en ella, quizás, un nuevo nicho de canción femenina, que tal vez no pedían pero que ha quedado demostrado, querían escuchar. Las comparaciones son dulces, pero más lo es Francisca, ella y su repertorio son como una caja de caramelos que vale la pena probar, e incluso algunos especialistas recomiendan el consumo diario y han autorizado la adicción. La única recomendación importante es que mientras escuche, saboree. Pero cuidado con los estribillos, puede terminar mordiéndose la lengua.