19 feb 2011

Festival de Viña del Mar ¿Cuánto Vale el Voto?

Cuestionar el Festival de Viña es un panorama para los que no estamos de vacaciones en febrero. En un mes que no pareciera pasar nada el certamen viñamarino regala pauta y la prensa de entretención, farándula y espectáculo se paraliza en la V región. Pero Viña más que música y cultura popular es marketing político. 

Los momentos más tensos y recordados del Festival de Viña del Mar tienen que ver con las manifestaciones políticas, y aunque es un evento músical con animadores, cantantes, humoristas y reina, en su finalidad es un show donde todos se promocionan y los políticos hacen su focus group. En febrero Viña pautea los chistes, personajes y polémicas para el resto del año en Chile. 

La organización del Festival es política (la Alcaldesa y concejales) y si Viña es lo que es hasta hoy, es porque fue la mejor estrategia de distracción del régimen militar como el mayor evento artístico de la época. Desde los humoristas al "Puma" Rodriguez y Jorge González la mayor influencia del Festival en Chile es política. Y Viña es tan político que la silenciosa salida del director de la orquesta, Horacio Saavedra, después de 30 años es una despedida fría y cerrada por una comisión. 

Y claro que el Festival de Viña es único, si es el único festival pop televisado en Chile (Olmué nació y es otro contexto) y es el único Festival de la Canción donde lo menos importante es la canción ganadora. Pero es cierto que fue un evento influyente, si Julio Iglesias estalló primero acá en la época de Pinochet (aunque no volvió más). Y sólo este año vuelve Roberto Carlos, el regalón de Lucía Hiriart y favorito de la actual alcaldesa de Viña.  

En Viña no importa si el animador no habla inglés, que el vestido de la animadora cueste más plata que el premio a la mejor canción o que el jurado son puros actores que no tienen idea de música, el gran negocio de Viña es la promoción de los canales de televisión y la clase política que financia el certamen. 

La poca presencia de artistas chilenos en la programación no es por falta de repertorio ni de éxitos, pero la negativa de la banda de rock chileno más popular de los últimos dos años en Chile, Chico Trujillo, es un golpe al ego de la comisión organizadora que es incapaz de concretar el evento que quisieran. Viña es un evento de música pop y su mayor conexión es con la canción en español y romántica (Arjona, Solís, Montaner, Sanz, Montaner, Chayanne, Maná, Ana Gabriel, Pausini, etc) que no tiene mucho que ver con Sting, un cantautor inglés que en Chile es más reconocido por sus gestos políticos que por sus canciones.

Viña es donde todos se candidatean, todos ganan y sólo es el certamen en el que cada año pierde. Con la llegada de los espectáculos masivos a Chile el Festival sólo mantiene su influencia por el movimiento que tiene en televisión. Y como tan bien dijo Calamaro "puedo vivir sin Viña" en el actual escenario sudamericano y en Chile pasan cientos de conciertos, espectáculos y festivales que con mucha menos difusión venden más entradas y apuntan a algo mayor. Aunque igual ver, críticar y hablar del Festival de Viña es lo más político que podemos hacer en un mes como febrero.

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