Una amiga argentina estuvo de visita en Santiago y mientras escuchábamos discos chilenos me preguntó que por qué todo sonaba tan parecido. Me decía que no alcanzaba a distinguir entre Nano Stern, Manuel García, Camila Moreno y Chinoy, y yo le trataba de explicar que hay una generación de jóvenes que se ha visto musicalmente más expuesta porque como en todo suceden tendencias y hay medios, prensa y personas interesadas en enmarcar movimientos dentro de un estilo o generación artística. Claro, porque hay muchas bandas que hacen grunge pero los diarios no las buscan ni les interesa por ahora. Que ocurrió una tendencia global post electrónica noventera por volver al origen más puro de la composición y recomenzaron a brillar más que antes los cantautores provenientes de los pueblos más ajenos del mundo. Y así desde Chile destacó Gepe, reconocido como un heredero de la tradición musical que la violencia política ocultó desde 1973. Y que junto a él otros jóvenes armados de guitarra le cantan a la intimidad y a sus inquietudes, con una melancolía muy propia de Chile, como la que describió hace décadas Víctor Jara o Violeta Parra, dos héroes de la música de autor chilena, que con el paso de las décadas ganan más fuerza porque mientras vivieron hicieron lo que quisieron hacer.
Es la música que le quise mostrar a mi amiga, que me comenta riendo "tú te pasas de Violeta Parra a Myriam Hernández, cómo lo hacés". Y le digo que para mí la música va más allá de su procedencia, y que si logro emocionarme con una balada romántica no tengo porque renegar de aquello, y que la obra de Violeta me parece incomparable y que el repertorio de Myriam es invaluable en la canción popular, y que no tendría porque tener reparos en escuchar su música, por el contrario la disfruto gratamente, y me encantaría tener alguna vez la capacidad para poder describirlas con la profundidad y contundencia que poseen sus canciones y hacerme parte del reconocimiento generacional, periodístico y cultural que merecen, y que nunca ha sido ni será suficiente.
Yo no escribo de Guiso porque para eso está la Rolling Stone. Prefiero dedicarme a escribir sobre lo que me gusta y las historias que me parecen interesantes de destacar. Siempre desde un margen de música popular, y por eso quizás me identifico mucho más con La Noche que con Matorral. Para mí el tecnicismo -por el que normalmente se esfuerzan tanto los músicos- no es lo más importante a la hora de conmoverme con una canción. Sin comparar, es lo que separa a Javiera Mena (25) de una gran vocalista como Francesca Ancarola (39), la primera sin una gran voz ha logrado con sus composiciones y un disco (Esquemas Juveniles) lo que -es muy probable- jamás consiga "la regalona" del FONDART. Y la definición de logro o éxito no pasa por cuántas notas se publiquen sobre un artista, porque por lo general sólo es una moda o capricho periodístico, sino en que hay músicos que son capaces de evolucionar y otros que simplemente mejoran.
Manuel García (39) en Mecánica Popular y como solista ha venido profundizando en un estilo de composición que claramente le ha permitido avanzar artísticamente y en paralelo incrementar su público, por lo que todavía se puede esperar mucho más de su trabajo. Eso es madurar y rejuvenecer como adulto. Pero un caso contrario es lo de Beto Cuevas (42), que disolvió su histórica banda por una fuerte crisis creativa interna y buscó resolver -desesperadamente- sus inquietudes personales junto a enormes instrumentistas y productores internacionales con créditos que sólo adornan su más reciente lanzamiento (Miedo Escénico-2008) pero que claramente externalizaron mucho más su condición de cantautor. Finalmente sus nuevas composiciones perdieron la austeridad y pureza con las que fueron hechas, lo que hizo que su primer intento como solista no parezca más que una colección de demos desechados del peor disco de La Ley. He aquí un ejemplo de que no siempre tener un sello grande, una bonita voz y un bello rostro es garantía de algo, eso es pop de utileria. Todo lo que suceda desde ahora es mérito exclusivamente del pasado que logró pavimentar Cuevas junto a su ex grupo.
Existen artistas que evolucionan cada vez que se paran en un nuevo escenario, pero hay otros que con mucho esfuerzo y suerte tal vez puedan mejorar, en medio de un mercado que parece injusto, ingrato y reducido como que el que se enfrenta en Chile. Un escenario adverso donde las modelos de ropa interior son "artistas" y en el que los libros de Bolaño son más caros que en cualquier otro país, la música es consumida como moda por la mayoría pero pocos están dispuestos a pagar después de haberla obtenido la primera vez gratis.
El peor enemigo de la música chilena es el prejuicio sociocultural que nos persigue. Yo he tratado de limpiarme un poco de eso, aunque reconozco que hay músicos que no escucho por un trato personal o porque simplemente no me interesan, pero eso no es impedimento para que en algún momento cambie de opinión o me sorprenda con algo que puedan proponer. Y si escucho a Rosario Mena no es porque es mi amiga sino porque su música me parece única y emocionante, y no tengo conflicto en mezclar en mi mp3 a Valentina Fel, La Noche, Myriam Hernández, Tiro de Gracia, Manuel García, Nicole o Los EX. Sólo se trata de música, pero también insiste permanentemente la opción de relacionarse e identificarse con las canciones. No me gusta lo que hace actualmente Cee-Funk o Tea-Time por separado, pero no por eso voy a dejar escuchar los primeros discos de Los Tetas, que para mí fueron la mejor banda local de la década noventa.
Este 2009 han aparecido muy buenas canciones chilenas para musicalizar la temporada. "Inteligencia Dormida" de Pedro Piedra, un debut muy bien comentado en la prensa local. "Ópticas Ilusiones" de Nano Stern, la mejor canción que se le ha escuchado hasta ahora al joven cantautor y la nueva de Nicole "Hoy", más optimista que nunca. Y con expectativas espero lo nuevo de Javiera Mena, Leo Quinteros, Gepe, Francisca Valenzuela, Dadalu y Picnic Kibun, una generación más desprejuiciada y activa que la que creció dependiendo de los sellos. Pero me es cada vez es menos relevante si Chancho en Piedra o Los Tres logran producir un nuevo disco, porque tristemente puedo decir que hace rato deje de esperar algo de ellos, y su permanencia en los escenarios se debe exclusivamente a un historial de hits de hace 10 o 15 años, cuando sus músicos eran menos perfeccionistas pero parecían más atrevidos, inquietos y originales.
Gondwana es un grupo que sin depender de un sello, gobierno ni sindicato ha logrado convertir su marca en un referente internacional, por eso son el único grupo chileno residente que participa en los más importantes festivales de música en distintos puntos del continente (Colombia, Argentina, México), y aunque su ex vocalista Quique Neira sigue siendo mucho más visible en los medios chilenos, como un activo miembro de la SCD, en la práctica hay un grupo que funciona porque evoluciona musicalmente y un buen vocalista que se desvanece entre el conformismo y su ego, y que permanece a la espera de que alguien o otros haga los cambios por él, y seguramente como tantos otros de su generación se pasa culpando a El Mercurio, Chilevisión, MTV o a la Rock&Pop porque su música no tiene el éxito de antes. Bueno, a los que no lo saben les cuento que los medios cambiaron y que en este sistema actual brillará el que se hizo más fuerte, no los que ganaron más plata para cambiar su estilo de vida y ahora se asustan porque no venden discos.
Le copie a mi amiga trasandina música de CHC, Elso Tumbay, Los EX y el recomendable debut de Camila Moreno, le dije "está es la mejor nueva música popular que se hace en Chile, pero que no suena en radios", con la excepción de Radio Uno. Le dije que no había que dejarse de llevar por lo que pudo leer esta semana en los diarios, que eso no siempre es reflejo de la realidad porque -salvo La Noche- no hay fenómenos populares en Chile y que el respeto por los clásicos de nuestra música se ha ido desvaneciendo porque nuestra mentalidad es tercermundista y la televisión nos distrae demasiado para ser capaces de escuchar y hacerse parte de algo tan sano y honesto como la música que muchos de nuestros artistas practican. Y aunque absurdo parezca hay algunos pocos interesados que estamos dispuestos en ir contra la corriente y nos hacemos parte de un pequeño movimiento, género o grupos de amigos que están haciendo cosas, muy buenas por cierto, y a las que creo se les debe más que una oportunidad.
Y como en este libre mercado cada quien defiende lo suyo yo voy por lo que me gusta, por lo que creo y también para quienes trabajo, y da lo mismo la etiqueta si lo que escucho me parece honesto y logra emocionarme. Y tampoco me importa mucho la crítica de la prensa musical si lo que yo veo es distinto, entonces me quedo con la sensación de que cada quien tiene el derecho y la opción de escuchar, reconocer e identificarse con lo que quiere, pero también de excluir todo aquello que por uno u otro motivo le sea ajeno y genere prejuicio o rechazo. Lo importante es saber que podemos elegir, que somos capaces de compartir, diferir y también de formar parte, como los cantores que reflexionan o con aquellos valientes que hicieron lo que el instinto y corazón les dijo.