29 mar 2008

CHILE Y EL SANTIAGO QUE YO QUIERO

Santiago es una capital interesante. Es una ciudad de asfalto encerrada entre una inmensa montaña y un enorme mar. Santiago es la capital de un país subdesarrollado ubicado al fin del mundo donde no pasa nada pero si ocurren muchas cosas. Por eso no debemos sorprendernos con la exagerada cobertura a las filmaciones de un par de escenas para una película del lejano Hollywood o que la decisión más esperada e importante del país está en manos de Cari, la chica del reality “Amor Ciego”, y ya nadie preste atención a los desesperados esfuerzos de la Presidenta en La Moneda por revertir las críticas a su gestión, o en espectáculos al nuevo lanzamiento de Los Bunkers.
Nuestro Santiago también está lleno de contradicciones, con eso de convertirse en una ciudad moderna se ha demolido gran parte del patrimonio arquitectónico, y los contrastes entre las viviendas de dos comunas vecinas son ejemplos tangibles de que la evolución, que tanto vende la gente de gobierno, ha sido sólo a nivel estructural pero dispar para la mayoría.
A nuestra capital le falta identidad. Basta con cruzar el puente de Mapocho para darse cuenta la falta de cuidado que corrompe las calles y paredes que separan lo privado con el resto de la comunidad. Existe una violencia por parte de las constructoras, que han hecho del lucrativo negocio de la inmobiliaria un agresivo modo de dar vivienda para quienes la quieren, pero con costos que no son aceptables para la moral de nadie. Mi pequeño edificio en Bellas Artes, tiene ahora a sólo unos metros 3 torres de nuevos departamentos, y la tarde de ayer hasta escuché retumbar el orgasmo de una feliz vecina.
Subí el volumen de la radio, y me encuentro con analistas que discuten lo que ya leí en El Mercurio y La Tercera por la mañana. No hay disidencia, y difícil que alguien la tenga, considerando que los conglomerados se han asegurado radios, revistas y matutinos con los pocos y únicos cronistas que discuten, por lo que la pauta de interés va a depender siempre de lo que algunos quieran plantear o reconocer. Como dije anteriormente, todos representamos intereses, por muy personales que sean. Y sin ir más lejos basta con hojear algunas revistas para darse cuenta de cómo funciona el amiguismo en ciertas publicaciones, donde todos se alaban entre ellos.
Jorge González tuvo la gracia de cantar con tanta fuerza y nobleza, hace muchos años, estribillos como “Si aquí no tienen los medios que reclamas, si aquí tu geni talento no da fama, si tu apellido no es González ni Tapia, por qué no se van del país”. Y anoche lo conversaba con una amiga, que lleva muchos años tocando su música y que tiene probablemente una de las mejores voces de este país “Definitivamente si puedes, sale” le dije. “Este Santiago es demasiado reducido, en términos de estructura, muchos edificios, pocas salas de ensayo y cada vez menos lugares donde tocar. Además la gente está en otra, sólo quieren fiesta o salir en las páginas de sociales, así que yo no creo que en realidad exista mucho público para lo que tú y muchos otros hacen”. De hecho la gente asiste en masa a conciertos de música chilena sólo cuando son gratuitos y multitudinarios, y si bandas populares y mediáticas como Los Bunkers y Lucybell venden 3.500 tickets para un buen promocionado concierto, ¿qué puede esperar gente que con suerte suena en una radio? Quizás se pasen la vida esperando a que algo suceda, o tal vez podría decidir no aplicarse y simplemente seguir haciendo lo que le gusta, mientras se pueda y donde acomode. Una pena, porque no hay mucho donde elegir y hay gente tan buena haciendo cosas honestas, pero que por falta de motivación de la gente y aislamiento mediático siguen y vivirán en el underground.
Ya nadie escribe canciones como las de González en los 80’s, estribillos inteligentes que logren remecer más allá del grupo de amigos. Y aunque existen muy buenos letristas como la Javiera Mena, Leo Quinteros o Rosario Mena, son perfiles muchos más personales donde la crítica apunta más a las decisiones íntimas y al existencialismo. Pero me gustaría que alguien de repente sonara con más actitud, crudeza y fuerza generacional, que critique lo que pasa con Santiago, los edificios, el desarrollo, “La Alegría” que nos arrendó la Concertación, la imposibilidad que sujetan los medios de comunicación respecto a lo que se debe o no discutir, la falta de referentes sociales y culturales. ¿Qué paso con toda esa gente que pedía igualdad y que ahora pasa el Día del Trabajador en Zapallar y Cachagua?
Hasta las feministas dejaron de alegar y los homosexuales seguimos siendo el estereotipo social que hace todo lo que los hombres no deberían, como descuerar carne farandulera en la televisión, o los indicados para hablar de moda y el buen gusto. Y aunque votamos todavía no existe una igualdad de condiciones civiles y las parejas homosexuales fueron sólo un elemento más de la franja política de la Señora Bachelet, que habló tanto de progresismo pero que se aparta de la discusión cada vez que alguien se lo plantea, porque al parece tiene otros temas más importantes que resolver. Y es lo que en general nos está sucediendo a muchos, que por arreglar los dramas de nuestra singular existencia, poco y nada miramos el entorno y pluralismo que vive pero que esconde Santiago.
Me parece fantástico que la próxima semana actúen en Santiago, Ozzy Osbourne, Larry Coryell, Seal, Underworld, Enrique Iglesias, Bryan Adams, The Datsuns y Rod Stewart (entre muchos otros), eventos que demuestran que igual somos mercado para el mundo de la música y que existe una diversidad de audiencias, sin embargo ojo con los valores de todo esto, que en su mayoría son impagables por una sociedad donde el sueldo mínimo de muchos es una comida en El Liguria para algunos, por lo que es ridículo que un ticket popular cueste sobre 20 mil pesos. Les digo algo, esto es culpa de los fanáticos de U2, que pagaron lo que pagaron, desde ahí que esto se arrancó de las manos y ahora muchos quedan fuera porque no pueden pagar tales precios.
De todas maneras Santiago, y aclaro que conozco gran parte de la cuidad con comodidad (he vivido al menos en 9 comunas). Me gusta mucha de su gente y convivo en muchos de las opciones que como ciudad dispone. Pero hay cosas que me molestan, con las que me espanto, como los guardias de seguridad (como ex agentes de CNI actúan como si siempre llevaras una bomba frente a quien se viste distinto, o milicos frustrados que quieren ser héroes en un supermercado) o la violencia con la que camina la gente en la calle, acelerados por el tiempo pero culpando a los extraños de todos su traumas y conflictos. Todo esto que se quedo estancado en la transición, como aprender a discutir, saber decir y escuchar las cosas, ser honestos, atentos, despiertos y críticos con lo que los estatutos oficiales nos dejan ser y permiten hacer. Hay reglas básicas con las que hay que cumplir como seres globalizados y sociales, pero en términos de moralidad y ética hay mucho que replantear.
Para ser modernos y avanzar actualizados no basta con tener grandes edificios sino hay como llenarlos, y hacer rendir en términos creativos, disciplinarios e intelectualmente a componentes humanos que trabajan más horas de las que merecen pero que aún no aportan lo mejor de sus capacidades. La peor injusticia de Santiago está en que los poderes políticos o el amiguismo hay gente que está en puestos de importancia o relevancia social y cultural que no sabe hacer bien la pega, y que entorpece el funcionamiento de organismos independientes que se esfuerzan el doble por financiar y consolidar nuevas plataformas para la esparcimiento, entretención y reconocimiento de una ciudad que vive confundida porque no sabe qué están haciendo con y sobre ella.
Por eso que la noticia, en espectáculos, de la semana sea la filmación de una nueva película de “James Bond” y el regreso desde París del grupo de “Amor Ciego” demuestra la inseguridad de los directores de medios por plantear una pauta distinta. Y lamentablemente siguen obsesionados con “el golpe noticioso” sin considerar, como referencia, que los diarios en papel internacional se sustentan por buenos cronistas y opiniones contundentes más que por vagos titulares como “Negocian” o “Estarían”. Muy claro, no sólo CHV está colgado del éxito del programa de Canal13, los medios escritos también, por lo que la gente está leyendo sólo lo que a nivel editorial se quiere difundir. Quizás es un entretenido modo de no pensar en la caída imagen de Bachelet o cuestionar la falta de propuestas radicales en la música popular chilena, o el aislamiento que está sufre por los medios de comunicación masivos, y el favoritismo que tienen algunos periodistas con ciertas etiquetas. Es un panorama poco alentador, ¿no?
Yo me iría feliz de Santiago, y de Chile, un rato. Quizás desde afuera sea más fácil valorar lo positivo que tiene todo esto de vivir al fin del mundo en una ciudad que no le interesa al resto del planeta. O aprender de ciertos grupos que lograron revertir este movimiento globalizado a partir de la humanización de su profesionalismo, y averiguar de qué manera conviven las contradicciones en países desarrollados. Pero es una decisión fácil, para irse es cosa de tomar un avión. Lo sabroso está en quedarse, en tratar de seguir lo que uno mejor cree, votando, participando, discutiendo y cuestionando todo, hasta generar algo que tanto ambiciono que es el debate. Durante muchos años en este país tener una posición distinta era un delito, y mucha gente luchó porque se recuperara la opción de diferenciarse (siendo participes de una misma sociedad) pero aún no es suficiente.
Falta mucho por discutir, y no soy yo precisamente quien controla aquello, pero si desde un punto de vista se puede generar diversas multiplicaciones con alegatos y posiciones que se sumen a un todo, y esto no quede como un tonto aislado más, que es lo que las grandes editoriales quieren. No creo en el progresismo de TVN teniendo al aire un espacio como “Pelotón” y todo lo que representa, no me gusta la Zona de Contacto de hoy porque sus intereses nada tienen que ver con los míos, y CQC representa todo lo que yo no comparto. Por eso tengo mi propia pauta, de vida, trabajo y lo que quiero defender y contradecir.
El Santiago en el que vivo tiene muchos colores y diferencias, y aunque no logre solucionarlas creo que es importante saber identificarlas. El Santiago de hoy tiene muchas opciones pero hay que aprender a vivirlas y reconocerlas. El Santiago de Chile, no es sólo mío ni nuestro (es una ciudad que tiene más jefes en España que acá) por lo que es importante no perder el racionamiento ni acomodarse en los logros personales, y al caminar por las veredas de asfalto saber que el suelo que pisamos es igual al que pisa quien no se parece a nosotros, y que “ese” que no se parece a nosotros tiene más cosas en común de las que imaginamos.
No importa cuantos edificios ni grandes avenidas pongan entre nosotros, eso no será impedimento para seguir ampliando el debate y la conversación. Cada quien tiene su propia bandera, por muy personal que sea, y tiene todo el derecho a levantarla. Todos tenemos nuestra propia pauta y está en nosotros seguir o no la conversación que otros plantean a través de sus editoriales, lo importante es no perder la postura y seguir funcionando como seres felices pero disconformes, porque aún los logros no son suficientes y hay muchos que están dispuestos a pasarnos a llevar.
Viviendo en Santiago tienes muchas opciones, como correr a la playa, escalar la montaña, viajar al campo o observar hacia el norte, pero también están las condiciones para movilizar, trasladar e intercambiar ideas, por lo que todo este eje de posibilidades geográficas puede ser bueno pero el descanso pero peligroso para mentes críticas, por lo que es clave no perder en el horizonte en todo esto. Lo que sabemos, tenemos, somos, ejercemos, cumplimos y queremos hacer, ¿es suficiente? Tal vez, pero siempre queda algo por mejorar, y entre Santiago y sus habitantes existen muchas cosas pendientes.

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