Resulta que para algunos periodistas cualquier chileno que agarra la guitarra y entona palabras es cantautor, y peor aún, se convierte gratuitamente en el "nuevo mejor heredero" de la majestuosa Violeta Parra. Todavía no editan el disco de Chinoy y algunos dicen que es "el disco chileno del año" justo cuando me entero que él hermano del solista también debuta en los escenarios. No hay tiempo para dimensionar un par de discos cuando se supone se nos están pasando otras 5 nuevas revelaciones y un par de pequeños fenómenos indies. ¿Pero de qué éxito hablamos? en realidad se trata de algunos artistas emergentes que apadrinados por algún medio o periodista empiezan a generar interés y terminan llenando salas para 100 o 200 personas porque se transforman en la figura o grupo "que hay que ver" y donde "todos tienen que estar". Está historia ya es antigua sin embargo los nombres que han sobrevivido a esas segmentadas modas no son más que 2 o 3, los demás han pasado al olvido como la mayoría de la música que se ha producido en Chile.
Si la obra de Violeta Parra tiene distribución limitada y poca visibilidad comercial qué podemos esperar para las 500 copias que se fabrican del “disco del año". Es verdad, Internet permite que los discos de hoy tengan un mayor alcance en cosa de minutos pero también que esos mismos trabajos sean rápidamente superados por otro que se está generando en algún lejano país. La mayoría de la música que se hace es irrelevante y con mucha suerte será apoyada por alguna moda o se colgará de una corriente auspiciada por alguna publicación internacional que le permita cierta fama o reconocimiento. Y como Chile es un país pequeño y Santiago una ciudad con montañas es bien sencillo para algunos proclamar nuevas y falsas verdades. Pero una cosa es inventarse un buen disco y otra muy distinta es comparar o utilizar el nombre de otro artista, como Violeta, para darle figura a discos que tienen más onda que música, o más auspiciadores que músicos. Un tema es que los hijos, nietos y familiares de Violeta usen su apellido en el nombre "del arte y la cultura" y otro es abusar de una marca que le pertenece a toda la música popular chilena para darle crédito a discos como el de Nea Ducci, Maria Perlita o Sabina Odone. Pero todo sirve para observar lo limitado que es el medio local que no conoce más música de raíz folclórica o popular para medir o hacer referencia.
Es muy bueno, sano y productivo que la gente que quiera hacer música escuche y reconozca la influencia de Violeta Parra en lo que hacen, pero otra cosa muy distinta es que el periodismo le brinde etiquetas e injustas comparaciones a discos que desde su concepción se sabe que no tendrán más tiempo sonando que el que se tardaron en componerlo. Si la música de Violeta nos interesa a muchos es precisamente porque sucede que 40 años después de su muerte sus palabras siguen siendo tan puras, honestas y representativas, y no porque haya sido comunista, la hermana del Nicanor o porque el Ministerio de Cultura y su Fundación hayan hecho un buen trabajo. Aunque también se debe reconocer el aporte puntual de algunos periodistas y medios que se han esforzado en describir y recuperar su obra (muchas piezas aún descontinuadas y pérdidas) dando origen al rescate y reedición de varios de sus discos.
Debería alguien empezar a cobrar por cada vez que un periodista usa el nombre de Violeta Parra para comentar al nuevo cantautor o cantautora de moda, sin duda que recaudarían bastante más que lo que reportan sus canciones en radios.
En el nombre de Violeta no se ha golpeado ni asesinado a nadie, pero por respeto a todo aquello que ella hizo y representó sería mucho mejor que en vez de medirla como una referencia se le pusiera más atención a su verdad y mejor consecuencia, su incomparable obra. No quiero volver a escuchar o leer una vez más eso de “es como la Violeta Parra”, si de seguro ni siquiera pueden cantar un estribillo completo de “Gracias a la Vida”. No basta con poner el nombre de Violeta para hacerle un homenaje, también que tocarla y escucharla.
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