Marisol García, 2017 |
La infancia, no se me olvida cuando mi papá llegó con un cassette de Ramón Aguilera que compró al propio cantante en la feria y lo escuchó durante años, o el tema de Luis Alberto Martínez que tanto lo hacía llorar después que falleció mi abuela. La canción "cebolla" tan querida y popular, a veces negada y vapuleada, tiene su primer libro.
'Llora, Corazón' (2017) es un detallado registro de la periodista especializada en música popular Marisol García, su segunda gran publicación después de 'Canción Valiente' (2013) dedicada a los músicos de protesta. Esta vez la investigación va tras la huella de los cantores chilenos románticos más populares de la canción AM, los protagonistas de la denominada "Canción Cebolla" la más triste y melodramática de las baladas.
Desde sus grandes éxitos a fines de los años '50 y mediados de los '60 el cancionero "cebolla" (entendemos el bolero popular) ha perdurado en su éxito de público a través de cantinas, cárceles, puertos pesqueros, circos, mercados, velorios, talleres mecánicos y bingos a beneficio pero ajeno a la difusión de los grandes medios (concentrados principalmente en géneros de moda). La mirada con canción romántica del recuerdo suele ser despectiva y clasista, porque su alcance más natural tiene que ver con la auténtica clase trabajadora, sobre el "amor de pobres" y no por quienes viven por estar al día en tendencias (influyentes que normalmente toman las decisiones en Chile). Estas historias tienen versos de desengaños, alcohol, abandono, infidelidades, fatalidad y traición, mucha traición.
"No me importa el nombre del tubérculo que nos pongan. Si nos llamas papas o zanahorias me daría lo mismo. Mientras el público me estimule y me sigan grabando, yo tranquilo no más" decía Ramón Aguilera, uno de los protagonistas del libro y una de las voces más recordadas del género. Una trayectoria exitosa que al igual que la mayoría de sus contemporáneos vivió, como cuenta la publicación, con éxito pero lejos de la riqueza y los beneficios de la industria, como esporádicas apariciones en televisión.
Chile siempre tuvo una tradición bolerista, identificada en los clásicos y elegantes Lucho Gatica, Antonio Prieto y el dúo Sonia y Myriam, aunque sus herederos más directos -revisados en este libro- incluyeron elementos y composiciones del vals peruano, del tango, de la ranchera y exacerbaron los sentimientos; Ramón Aguilera, Jorge Farías, Rosamel Araya, Lorenzo Valderrama y Luis Alberto Martínez popularizaron en la década del '60 un vals mestizo, exagerado y proletariado.
Sin ser un cancionero político la canción cebolla representaba el sentir de un pueblo, de sus penas más duras y expuestas en canciones. Esto en tiempos de idealismo político no lo entendía la derecha ni la izquierda, el libro recupera un texto del cantautor Patricio Manns; "La cebolla es un peligro público. Es ahora cuando los responsables deben poner corte al asunto, y exigir un mínimo de calidad, de buen gusto" (El Musiquero, 1969)
¿Pero la canción es cebolla por sus versos, por su sonido, por su audiencia? Más bien es un código común, el "cebollero" se asume así y es orgulloso de serlo, aunque algunos de tanto negarlo han sido acusados de cursis. "¿Por qué me va a molestar? Es un término que tiene que ver con la emoción y es es bonito" responde Luis Alberto Martínez, aún vigente mientras se hizo la investigación para Llora, Corazón. "A mí en otros países se me llama melódico y no cebolla. Aquí cebolla significa desprecio a lo simple, a lo real" decía el peruano Lucho Barrios, que grabó la más popular de las versiones de 'La Joya del Pacífico' dedicada a Valparaíso.
Esta expresión sentimental de Chile influenció a Los Ángeles Negros y el bolero eléctrico Los Galos, Los Golpes y Zalo Reyes (el último gran cebollero) hasta el dúo chileno más famoso de los '90 La Sociedad, los cantantes Santos Chávez, Douglas, Américo, el dúo Los Vásquez (el exitoso álbum 'Contigo pop y Cebolla' entre los últimos fenómenos de la música chilena), El Bloque Depresivo (proyecto de El Macha, líder de Chico Trujillo), Los Mil Jinetes, Rosario Mena, Pintocabezas y la cantante Mon Laferte por nombrar algunos hijastros musicales que antes de componer sus propias canciones escucharon "cancionero cebolla". Por eso la importancia de este registro, aquí un pedazo importante de la música chilena pocas veces reconocida y antes retratada en valiosos detalles, trayectorias con sentimientos y penas como la música que se describe.
El recuento a ratos puede ser tan emotivo como los versos transcritos que aparecen entre las páginas, el cantante Luis Alberto Martínez reconocía en sus inicios como su mayor mérito "El haber demostrado a mis padres que yo no estaba errado al elegir esta carrera. Ahora ellos son mis primeros admiradores" y aunque no conoció a su mamá (tenía 3 años cuando ella falleció) fue culpable de hacer llorar a miles con su versión de 'Flores para Mi Madre' (original del argentino Antonio Tormo) porque su voz entendía dolores y sentimientos, que como la mayoría de los éxitos "cebolleros" están dedicados a las mujeres amadas (esposas, madres, hijas).
Ahora mi padre ya no está, murió, y mientras leía las páginas de Llora, Corazón reapareció entre los nombres y canciones que tanto le gustaba escuchar y corear. Este es un libro de música popular chilena pero también sobre la historia de muchos de nosotros, de los primeros acercamientos a la música, a los domingos en familia, los cassettes, a los dramas sentimentales y las penurias que podía contar un hombre en una canción (no se sorprenda si algo de esta música le parece machista). Ya no tengo 7 años y entiendo lo que está cantando Ramón Aguilera, porque llora Luis Alberto Martínez y oigo la voz de mi padre cantándolas desde donde este. La nostalgia y los dramas de una educación tan sentimental.
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