22 feb 2015

Festival de Viña del Mar, la nostalgia y la ausencia

Soda Stereo, 1987
Para quienes nacimos en la década del '80 el Festival de Viña forma parte de los recuerdos de infancia y en eso ningún otro evento musical puede solventar tanta nostalgia. El Festival es Roberto Carlos, Camilo Sesto y todos los éxitos de la balada italiana, española y chilena de los últimos 40 años. Crecimos con eso.

El Festival de Viña generó tantos hitos musicales así como políticos y culturales porque la identidad chilena siempre estuvo ahí (para bien, para mal). Aunque con los años su peso y trascendencia se ha visto más cuestionada que de costumbre a falta de sorpresas. Entre los años '70, '80 y '90 el evento era la gran oportunidad para los artistas latinos emergentes y más exitosos (con sellos discográficos trabajando en eso) para posicionarse en la región (el Festival fue importante en Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia) y llegaron todos. Pero ahora durante el año vienen todas las figuras actuales y del recuerdo a tocar en el Arena o Casinos.
  
En los últimos años el festival entró en crisis pero también la música latina ha sido incapaz de generar nuevos nombres fundamentales en la balada. Y es incuestionable el éxito y popularidad de Luis Fonsi pero es intrascendente al lado de predecesores como Luis Miguel y  Chayanne. Y aunque la producción insista con potenciar nombres locales en desarrollo de los últimos años (Manuel García, Gepe, Nano Stern) ninguno acredita tantos éxitos como Alberto Plaza, Joe Vasconcellos o Pablo Herrera. Al Festival de Viña de antes se llegaba con méritos, con ventas, con hits a consagrarse y ahora mucho se hace porque sale en el diario. 

Shakira en la competencia 1993
La producción actual no lo asume pero solo logran subir lo que productoras les venden y que sus delegaciones que salen a negociar a Miami durante el año vuelven con tarjetas de representación pero sin contratos. Y no viene Shakira, Jennifer Lopez, Thalia (¿no hay mujeres?) ni ninguna figura del pop anglo. Pero tampoco han sido capaces de ofrecer un mejor acuerdo a Chico Trujillo o Los Vásquez los mayores fenómenos chilenos de los últimos años que se han negado pero a quienes nunca se les ofreció lo que se paga por Marc Anthony o el regreso de La Ley

Para suerte y a diferencia de antes para rockeros, indies, electrónicos y otras tendencias desde hace unos años existen otros eventos en el país para concentrarlos, Viña es por genética popular, masivo y en eso se justifica Emmanuel (en nombre del recuerdo), Vicentico y por supuesto Romeo Santos o Ricardo Arjona pero se pierde el sentido con Pedro Aznar, Cultura Profética y Nano Stern (sin desconocer la convocatoria que cada uno tiene). Y, como alguien dijo, si Viña es un evento de rankings debió tener a Enrique Iglesias, N°1 del 2014, aunque algunos no se lo expliquen. Pero el Viña de hoy está marcado tarjeta, subsistiendo de la nostalgia heredada de los tiempos de Vodanovic y acomodado en números fijos que le venden por paquete los productores de siempre. ¿Se puede esperar más

A Viña lo mantiene vivo y vigente el morbo de quienes lo odian y de quienes compran el ticket para ver a su artista -repetido- favorito, como los partidos de fútbol, aunque no los veamos difícil no enterarse (la transmisión televisiva y la parafernalia mediática no la tiene ningún otro evento musical en Chile). Aunque el Viña de hoy es el eco de los comentarios que suceden alrededor de la música, de humoristas rehabilitados y modelos de cabaret postulantes a Reina. Pero Viña es parte de nosotros y su legado imborrable de grandes figuras que después de triunfar en Viña aparecía el casete en casa, esa cinta reemplazada hoy por un click en Youtube o un mp3 en 4shared.  Por eso en el Festival aún buscamos recuperar parte de esa época que se reunía la familia frente al televisor y nadie cambiaba de canal, la más pura nostalgia, más aún cuando alguno de la familia ya no está (la ausencia) y nos quejamos en Twitter que no vienen los artistas que nos gustan, eternamente ausentes. 

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