4 jul 2008

MADUREZ MUSICAL

La buena música nunca envejece y permanecerá como única, pero una cosa muy distinta es escuchar como se gastan quienes alguna vez la hicieron y ahora hacen el negocio. Gente de la Nueva Ola, Viena, Los Ángeles Negros o Los Tres son algunos ejemplos de lo que provoca la mezcla de ego y ambiciones. Jubilación digna para estos señores. La evolución o plenitud musical no es una cosa de cifras sino de haber aprendido a dominar las diferencias que existen entre las capacidades y fallas que producen el talento. Por eso ver a Charles Aznavour con 83 años cantando es un lujo y encontrarse con Luis Dimas (64) es kitch (una ridícula definición del ridículo). Por ejemplo, Jorge Drexler demuestra en cada de uno de sus nuevos lanzamientos una mayor valentía y seguridad en sus composiciones, lo que ha convertido sus últimos discos en obras cada vez más complejas pero fascinantes. Pero no percibo lo mismo en Álvaro Henríquez, que apareció en la portada de Revista Rolling Stone del mes de junio, más viejo que nunca reflexionando sobre sus 40 años de vida. Una pena. Siento que las debilidades heredadas de la fama y los serios conflictos con la sobrevivencia artística le ha jodido la creación a muchos grandes íconos de la música popular chilena. Artistas de los que ya no se puede esperar mucho, más que quejas contra la industria y aplausos para si mismo. Por decirlo de alguna manera, los 40 de Álvaro Henríquez no se comparan con las 4 décadas de un artista como Drexler, no sólo porque el contexto es diferente sino porque claramente mientras el uruguayo evoluciona, el chileno se aleja con composiciones flojas y cada menos interesantes, a pesar de la enorme experiencia. Aunque se debe reconocer que son canciones bién tocadas por si se le quiere justificar. ¿Quién quiere un nuevo disco de The Cure? Creo que ya no debemos exigirle más al cerebro de Robert Smith, pero sabemos que un nuevo lanzamiento empata o gana con un tour de conciertos, donde se pueden escuchar los mejores y menos malos momentos del grupo. De hecho hay quienes aseguran que actualmente están haciendo los mejores conciertos de su historia. Evolución es lo que encontramos en la música de Leo Quinteros, Javiera Mena, Jirafa Ardiendo o en los shows en vivo de Golem, que me parece tienen muy buenas ideas pero les falta experiencia y control. Se apresuraron en sacar el primer disco porque después de verlos en vivo la placa parecía un demo de colegio. Ya con segundo disco en la calle aún no se concentran pero están en ese camino, y hay razones para creer en ellos. Como pasó con De Saloon, una eterna promesa del rock nacional, que al fin parece capitalizar lo aprendido y han incrementado el grupo de seguidores en territorio chileno con mejores shows que hace 2 años. No han mejorado sus letras pero tocan con más experiencia que nunca. Y evolución hay cuando Teleradio Donoso lanza un single como "Amar en el campo", que desde que suena ya sabes que es un batutazo radial. Pero haciendo memoria de malos conciertos, recuerdo uno en especial, "El regreso" de Viena en Blondie hace un par de años. Horrible, injustificado e innecesario. Con un sólo miembro original y una pista vacía la banda demostró que hay que saber retirarse con gracia para poder perdurar en el tiempo, porque definitivamente su estado actual mancha el nombre, la historia y los recuerdos de lo que alguna vez fue una buena banda de pop rock nacional. Así que si usted también formó parte de una de esas bandas de rock ochentero y quiere volver no lo intente, olvidese de los millones y siga produciendo jingles, así se evita la verguenza ni hace perder el tiempo. Pensar en ver en vivo a Los Ángeles Negros es imposible después de comprobar en el documental, dirigido por Pachi Bustos y Jorge Leiva, que las fracciones vigentes son una mezcla de tributo con pisco barato. O la pena que genera oir las grandes voces de los '60 y '70 sonando forzadas y débiles. Insisto, una jubilación digna por favor. Por culpa del ego he visto involucionar a muchos artistas y grupos que alguna vez aplaudí, defendí y valoré. Ojala como personas estén disfrutando de sus méritos, familia y la buena vida, pero por el bién de su pasado artístico, la nostalgia y el buen gusto, no insistan con tratar de imponer nuevos clásicos en las radios que eso ya no existe, y sus posibilidades comerciales disminuyen cada vez que desafinan. La madurez llega cuando tienes conciencia de las capacidades, por lo tanto los mejores sabrán decidir cuando parar. Mientras la mayoría se desgasta con intentos a medias que los acredita como porfiados y mediocres. Lo más maduro que podemos hacer como individuos es asumir la inmadurez, y que aunque nos creamos libres e inteligentes nos seguiremos equivocando en la búsqueda de la perfección. Los más sensatos podrán postular a la plenitud. La buena música nunca envejece, por el contrario, renace cada vez que un artista promedio alcanza el número uno de ventas. Y más que un asunto de nostalgia, las grandes y buenas canciones estarán siempre vivas, y se harán vigentes cada vez que alguien se enamore, piense o crea en algo mejor.