25 feb 2008

¿Y DÓNDE CANTARÁN LOS NIÑOS?

La música diseñada para niños es uno de los negocios más prolíficos del mercado discográfico. Un público cautivo, activo y amplio permite el trabajo de grupos creativos que orientan su conocimiento a la entretención de los consumidores más pequeños e inquietos del hogar. En Chile, desde los años ’60 con la adolescente Gloria Benavides hasta éxitos amparados por la televisión en décadas posteriores como PinPon, Los Bochincheros, Mazapán, Cachureos, Villadulce hasta los más recientes fenómenos de 31 Minutos (su primer álbum súpero las 150 mil copias vendidas) y Pulentos han escrito algunos de los pasajes más populares de la música chilena, con éxitos de venta de discos y consumo de productos alternativos (muñecos, películas y conciertos multimedia) para incrementar el nutritivo y educativo negocio. Pero esta tradición tiene también antecedentes en voz de pequeños talentos adolescentes. En respuesta al éxito de Pablito Ruiz apareció Nicole con “Tal Vez Me Estoy Enamorando” (1989) cantando desde la inocencia y fragilidad de una niña de 12 años, y logró ventas superiores a las 20 mil unidades. Diez años más tarde, el trío pop Supernova entonó coros de desamor para jovencillas con actitud y vendieron más de 30 mil copias. Luego el programa busca talentos de TVN “Rojo” lanzó a la juvenil Maria José Quintanilla reinterpretando rancheras y a la púber Christell cantando hits del cable y se acreditaron como las dos figuras más populares educadas en el espacio televisivo. Y en paralelo el ex colaborador de Nicole, Claudio Quiñónez, produjo el repertorio del cuarteto pop Ciao, transformados actualmente en la banda juvenil más popular del país, Kudai. O la versión chilena de la serie argentina “Florecienta”, éxito de ventas desde su estreno en las pantallas de TVN y “Mágica” en la señal de MEGA. Bandas sonoras de filmes de Disney o los discos de Barney son grandes negocios en fechas como el Día del Niño y Navidad en Chile y los grandes mercados del mundo. De hecho en USA, el álbum más vendido de los últimos dos años es la banda sonora de High School Musical, un sencillo pero adictivo film, producido por Disney, de niños que combinan sus historias con canciones y baile. Un proyecto con carácter de fenómeno que tiene en nuestro país su similitud en “Amango”, la serie televisiva producida por Canal13, que cuenta la historia de un grupo de jóvenes que se conocen en una escuela de talentos. El repertorio del grupo, compuesto y producido por Gonzalo Yañez (ex No Me Acuerdo y actual solista uruguayo radicado en Chile) y Koko Stambuk (ex Glup! y productor de éxitos de Supernova y Stereo 39), es uno de los productos más efectivos de la TV local del 2007. Canciones como “Donde tengo que estar” y "Destino” coincidieron con los gustos de miles de niños en el país y los jóvenes protagonistas del programa ya publicaron un disco de villancicos y trabajan en la segunda temporada de la exitosa serie. Las canciones de Amango son livianas, amables y adhesivas, con coros multitudinarios y dulces voces que bordean el límite entre el pop y las canciones del evangelio. Sin duda, por estructura y definición musical, los estribillos de Amango son superiores a la propuesta del grupo Six Pack (de la serie Karku producida para TVN), donde se nota que todo se hizo muy a la rápida y sin muchas precauciones (las acusaciones de plagio tienen bastante sustento). Pero nada tan patético y mediocre como la producción del grupo BKN, donde se está forzando sin criterio a jóvenes que con mucho esfuerzo actúan en pantalla pero que no cantan ni coordinan sentidos en un escenario. La producción musical del programa juvenil más exitoso de MEGA cayó en la desesperación por seguir la moda de “Amango”, sin considerar las serias diferencias de talentos y manejo escénico. Por condiciones y proyección, Amango es la apuesta musical más efectiva y mejor lograda del nuevo pop adolescente nacional. Aunque muchas veces quisiéramos que nuestros sobrinos o pequeños vecinos escucharán lo mismo que nosotros, hay que dejar que los niños vivan a su tiempo y busquen, encuentren, canten, bailen o se decepcionen por si solos. Tarde o temprano serán adolescentes y tendrán más opciones que las que hasta ahora les han ofrecido la TV local y el cable, y lo que sus padres quieren que escuchen y vean. Melodías sin grandes conflictos ni quiebres, que les hablen de amistad, de principios familiares, religiosos y les enseñe como lavarse los dientes. “El nicho infantil como target de proyectos musicales no es novedad. Sí es un fenómeno oscilante, que depende del éxito que tenga una determinada serie de televisión. Los niños menores de 10 años escuchan muy poca radio y todavía no sintonizan MTV” escribió Guillermina Altomonte en Revista Rolling Stone en el artículo “Mamá, quiero ese disco” (septiembre 2006). “Son fenómenos totalmente ligados a la televisión, porque sólo así tienes la exposición que hace falta” dice uno de los entrevistados. Entonces pueden surgir dudas como, ¿si musicalizo una serie animada con música de Daft Punk, le gustará a los niños? Es una incógnita, porque a diferencia del resto de target son los pequeños los que deciden sus modas, las viven, las disfrutan y las consumen al máximo. Los adultos, por lo general, no tenemos el tiempo ni el presupuesto para consumir todo aquello que deseamos, en cambio los niños lo consiguen siempre, porque tienen demasiada curiosidad para tener que esperar. Y sus tendencias van más rápido que las de los circuitos de jóvenes, pues transitan en el jardín infantil y los colegios donde la aceptación del entorno es una necesidad por lo que las series de TV y su música son un modo más fácil de socializar. Nadie quiere quedarse fuera y todos quieren identificarse, y del otro lado publicistas y corporaciones trabajan en la búsqueda de nuevas formas de comunicación e intercambio cultural para los distintos cuerpos generacionales, poniendo énfasis en el amplio negocio de la entretención infantil. Antes de la perdida de la inocencia y de enfrentar otra realidad a partir de la pubertad y la adolescencia los niños sólo quieren jugar y divertirse. Algunos lo hacen pintando dibujos, otros corriendo con una pelota o disfrazándose de superhéroes, pero siempre en sus mentes hay sonidos y música para todo. Es importante el lazo y la relación que se genera entre los niños y las melodías, comienzan a asociar, a diferenciar y etiquetar canciones, un proceso que puede extenderse hasta al infinito buscando diferentes sonoridades. Este es un proceso clave para futuros músicos, para gente con carácter humanista y cualidades artísticas, por lo que no deja de ser relevante todo este repertorio que se les está asignando a las nuevas generaciones. Y algo aún más importante, no sólo debe seguir existiendo música en los hogares y una educación musical en establecimientos y entre las familias, los niños también deben tener un lugar donde cantar, donde puedan decir lo que piensan, expresar y liberar melodías o palabras propias. Debemos cuidar los escenarios que hay, como las salas SCD, Master o nuestro alicaído Festival de Viña del Mar en la Quinta Vergara. Los niños del mañana deben tener espacios donde cantar, y la TV no puede seguir siendo su único sustento sonoro. Tal vez el mejor aporte de series como “Amango” es que quizás muchas inquietudes artísticas de centenares de niños se liberen antes de lo previsto e inicien desde pequeños una historia ligados al arte musical. La música que nace hoy nos inspirara mañana, y la que nos inspiro antes servirá para lo que viene después. Los niños no deben dejar de jugar, los niños tienen que tener el espacio y el tiempo para hacer lo que más les gusta, y quién sabe, tarde o temprano descubran un lugar donde poder cantar.